Mirimarit Paradas

En el marco de sus 50 años de vida artística.

-Hay palabras que duelen tanto/ dichas sin gota de maldad/ o ignorancia/y duelen tanto porque son de verdad-
Manifiesto de las pequeñas muertes (Bolívar Pérez)

Jesús Morales Ruiz, es uno de los creadores más representativos de este siglo, es un artista de una impresionante carga lírica y dramática, quizás porque se sabe conocedor de otras áreas relacionadas con el universo, su energía y su presencia. En sus obras artísticas se vislumbran los amplios corredores, esa búsqueda interminable, ese fin que no es otro que sorprender al espectador, ese afán de hombre que realiza un oficio y además lo cumple con honestidad, entregando y entregándose… dando de sí lo mejor y colocando en él todo lo que conoce y sabe. Ante cualquiera de sus pinturas, de sus cuadros, ante la más insignificante pincelada, queda claro que Morales Ruiz logra su propósito a plenitud y además con resolución y seguridad, resolución de quien se sabe conocedor del camino y la seguridad del artista que se conoce los secretos de su hacer y quehacer creativo.

Los dos aspectos o ciencias que se fundamentan en el arte de la pintura, -el dibujo y el color- se hacen presente en su obra en un nivel eminente. Convirtiéndose en instrumentos dóciles y actos para capturar los más resguardados contornos de la realidad marina, aprisionándola en pincelada firmes, sólidas, vibradoras; líneas que emergen a veces con una marcada turbulencia o placidez… dulce, lírica o ruda en su expresividad, pero siempre exacta, ceñida a la forma y entreabriendo las compuertas para el jugueteo con el color, ese reto que todo pintor asume con el imán irresistible, reto que Jesús Morales Ruiz, acepta y triunfa en sus logros a fuerza de estudio, paciencia y sabiduría, logrando así; el único color posible, ese tono y reemplazable, esa relación necesaria, esa cantidad de pasta suficiente, ejecutándola con la naturalidad que se manifiesta en la mano confiada, sin retoques que ensucien sus trazados, sin titubeos que hagan la pincelada infirme, sin errores que obliguen a la corrección decepcionante.

En el paisaje, especialmente, donde el virtuoso dibujante no tiene por què someterse a formas intangibles, a perfiles únicos, donde cada cosa admite en su apariencia cierta laxitud, porque no se define como individuo sino como una especie. Jesús Morales, vierte sobre el lienzo todo el juego de los colores de su paleta, con pasión, con lujuria, con desenfadada alegría. Recuerdo haber visto en una oportunidad uno de sus cuadros, de repente me vi sola en aquel dramatismo, en aquel torbellino de olas que iban y venían, unas manchas donde resaltaban destellos de naranjas, azules, amarillos y ocres. Todo sobre la bordadura de un blanco que subrayaba el ribazo y se convertían en rompiente de luz, en ese imprescindible vértice y escollo radiante, en un breve toque níveo, entorno en el cual la composición adquiría un orden y una jerarquía que terminaba, sin reparo posible, en aquella luminosidad sobre las aguas.

Sus paisajes marinos, al igual que la poesía trastocan las fibras y hacen aflorar sensibilidades, despertando la profunda y única misión de la creación, el fin estético y sublime “la propia vida”. En sus obras artísticas lo blanco, lo azul, lo amarillo, el ocre y el naranja se congregan para dar forma a la unidad temática de su obra. Lo blanco nos conduce al encuentro con la originalidad, a esa soledad que guarda y esconde con recelo hasta límites invisibles, lo azul nos despierta y nos hace sentir la quietud, el relajamiento, el sosiego, ese desenvolvimiento dulce y efervescente, que abre o divide la blancura o la luz y es que para este artista, el color no es un simple instrumento de su labor, es una chispa o vibración interna en la que la forma y contenido se acoplan, Cada verde, cada gris, cada tono se hace sentir con un marcado sentido humano, en el conviven lo que se calla, lo que se esconde… con la magia inalcanzable, pudiéramos decir entonces; que en Jesús Morales nos encontraremos con el artista que aunque solo, atrapa la luminosidad de un sol único e irrepetible, pero también el de nosotros, un sol que lleva ese hechizo del atardecer sobre el mar, enfrentándonos a nuestros extremos íntimos del infinito esplendor.

Aquí tienen el fruto no de un día, ni el resultado de una intuición genial, aunque la genialidad del artista, su don innato tenga parte indudable. Es el resultado, más que nada, de horas enteras de trabajo, de ensayos, de tentativas una y otra vez repetidas, de pruebas, de ejercicios, productos del no dormir… de ese sudor que te invade cuando sabe que estás próximo a producir algo importante, de ese proceso que se lleva a cabo, naturalmente, sin prescindir de la realidad en que el artista se motiva e inspira. Hasta la próxima les dejo con el siguiente Proverbio: “Haz bien lo que esté en tu mano, el resto lo hará tu destino”.

Un comentario

  1. Creador de Obras,llenas de colores y lineas que irradian de armonía. Eres un comunicador y conector del arte a todo nivel.Te felicitó por tus avances ,se qué seguirás abriendo el camino para otros artistas mientras sigues disfrutando del color y la poesía .

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